Slow Food: adoptar la agroecología es el mejor modo de celebrar a la Madre Tierra

«Como advirtió recientemente el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) debemos actuar ahora, puesto que estos años son cruciales para salvar nuestro planeta y las próximas generaciones», comenta Edie Mukiibi, presidente de Slow Food. «El mejor modo de celebrar el Día Internacional de la Madre Tierra el 22 de abril es reconocer esta última advertencia y poner en práctica las soluciones que tenemos, como cambiar los sistemas alimentarios y adoptando métodos de agricultura agroecológica.»

 

De hecho, en su último informe, el IPCC subrayaba la importancia de cambiar hacia dietas sostenibles en la lucha contra la crisis climática y respaldaba la agroecología, junto con el empoderamiento de las comunidades locales, como soluciones climáticas clave».

 

La agricultura, la alimentación, la nutrición y la salud deben entenderse en relación unas con otras, y todas desempeñan un papel en la lucha contra el cambio climático. Lo que cultivamos, cómo lo cultivamos, la composición nutricional de los alimentos, el sabor y cómo comemos tienen una influencia insoslayable en la salud pública y la salud del planeta. En una época plagada de malnutrición, es esencial recordar las complejas relaciones que entrelazan el suelo, los océanos, las plantas, los animales y la humanidad. La agroecología reúne todos estos elementos.

 

Suelos y océanos

Cabe destacar que el suelo es la mayor fuente de biodiversidad del mundo, con dos tercios de todos los seres vivos ocultos bajo su superficie, mientras que los océanos son nuestro principal aliado contra el calentamiento global, ya que han absorbido el 93,4% del exceso de calor en los últimos 40 años.

 

El suelo es la única sección medioambiental en la que confluyen e interactúan el resto de compartimentos ambientales. Más de la mitad del suelo de la Tierra lo utiliza actualmente el ser humano; este recurso no se puede explotar más. También debemos tener en cuenta sus funciones medioambientales. Una de las consecuencias más graves del modelo agrícola industrial es la contribución al cambio climático, que a su vez se convierte en generador de un mayor deterioro y acelera la desertificación.

 

«Ahora es imprescindible cambiar de rumbo. Las leyes de la biología del suelo y de la fisiología de las plantas y animales deben respetarse. Tenemos que dejar de subvencionar un modelo de agricultura intensiva practicado a gran escala que ha dañado, contaminado y puesto en peligro la vida de los suelos. En lugar de ello, debemos centrarnos en un sistema que parta de la salud y la fertilidad del suelo, valorando la producción agrícola que respeta la identidad y refleja un vínculo con el terroir, una expresión de la riqueza de la biodiversidad de los suelos y lugares. Es decir, ¡la agroecología!», añadió Mukiibi.

 

Volviendo a los mares y océanos, recientemente más de 190 países han alcanzado un acuerdo histórico para proteger la biodiversidad de los océanos del mundo. El nuevo tratado mundial pretende salvaguardar la biodiversidad y garantizar el uso sostenible del 30% de las aguas internacionales de alta mar mediante el establecimiento de zonas protegidas de aquí a 2030. Todo un avance si se tiene en cuenta que hoy en día sólo el 1,2% de estas zonas están protegidas desde el punto de vista medioambiental. Al igual que el suelo, los océanos no pueden considerarse un recurso económico a nuestra disposición, sino que deben considerarse bienes comunes medioambientales y, como tales, gestionarse colectivamente.

 

La solución

Todos necesitamos alimentos sanos, que solo pueden suministrarse si el suelo y el agua están sanos. «Como Slow Food creemos que el único camino posible para derrocar un sistema alimentario que saquea los recursos naturales y se aprovecha de la soberanía alimentaria de los pueblos es la transición hacia la agroecología como un conjunto de prácticas agrícolas, pero también como una visión, una ciencia y un movimiento que se centra en la biodiversidad, la conservación de los ecosistemas y las habilidades y necesidades de las comunidades. Este es el modelo que percibimos para garantizar la seguridad alimentaria de todos a largo plazo», añadió Mukiibi.

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